Posthumanismo en la Literatura: Guía para Entender al Nuevo Protagonista.


¿Sientes que la tecnología te desborda? Entre las notificaciones del móvil, las noticias sobre inteligencia artificial que parece que van a escribir, diseñar y hasta soñar por nosotros, y esa sensación de estar conectados a una red invisible pero omnipresente, es fácil preguntarse si nuestras viejas ideas sobre lo que significa «ser humano» todavía aguantan. Es una de las grandes preguntas de nuestro tiempo, y la literatura lo está explorando.

Hace poco me topé con un concepto que pone nombre a esta inquietud: el posthumanismo. Y no, no es (solo) una cosa de académicos con gafas de pasta. Es una construcción teórica creada para entender el mundo y, sobre todo, para escribir y leer las historias que se están gestando hoy.

Posthumanismo no es lo mismo que Transhumanismo

Comencemos con una aclaración que es clave. A menudo se confunden, pero son casi opuestos.

  • El transhumanismo es, digamos, la versión «tuneada» del humanismo de siempre. Sigue creyendo que el ser humano es el centro de todo, un actor autónomo con una superioridad inherente, pero piensa que podemos y debemos «mejorarnos» con tecnología para superar nuestras limitaciones, como la vejez o las enfermedades. Es el sueño de ser un Homo sapiens 2.0.
  • El posthumanismo, en cambio, es mucho más radical. No busca mejorar al humano, sino que directamente cuestiona la idea de que seamos el centro del universo. Propone que el humanismo tradicional ya no nos sirve para entendernos en un mundo donde estamos profundamente conectados con otros seres vivos, el medio ambiente y la tecnología. Es, en resumen, una crítica a la ontología y los valores humanistas.

Para que nos entendamos con una analogía (¡me encantan las analogías!): el transhumanismo quiere ponerle un motor más potente a nuestro coche. El posthumanismo se pregunta por qué seguimos pensando en términos de «coche» cuando en realidad formamos parte de un ecosistema de tráfico complejo, interconectado y vivo.

De la pirámide a la red: Un cambio de perspectiva

La idea central del posthumanismo es que la realidad no es una pirámide con la humanidad en la cima, sino una red de relaciones. En esta red, el ser humano emerge y se define a través de sus conexiones con una multiplicidad de seres y cosas distintas.

Aquí entran en juego conceptos fascinantes como los Nuevos Materialismos. Teóricos como Jane Bennett hablan del «thing-power«, que es la extraña capacidad que tienen los objetos cotidianos de actuar, de tener agencia. Piénsalo: tu smartphone no es solo una herramienta pasiva. Te notifica, te sugiere, te distrae, moldea tus hábitos. Tiene una agencia distribuida que nunca es solo producto de tu intención.

Este enfoque nos obliga a pensar en la cognición distribuida. La filósofa N. Katherine Hayles, una voz fundamental en este campo, critica la idea de que la conciencia es algo que ocurre solo dentro de nuestro cerebro. Propone que la cognición es un proceso más amplio, un ensamblaje entre nuestros procesos neuronales (muchos de ellos no conscientes) y los sistemas técnicos con los que interactuamos.

La vulnerabilidad: ¿nuestro superpoder secreto?

Esto es lo que más me atrapó del posthumanismo. Mientras el transhumanismo ve la vulnerabilidad como un defecto que hay que corregir, el posthumanismo le da una vuelta de tuerca increíble: la ve como parte esencial de lo que nos hace humanos.

Nuestra vulnerabilidad no es un error de diseño; es la característica que nos conecta con el mundo y con los demás. Como dice la filósofa Martha Nussbaum, todos somos vulnerables porque necesitamos bienes y cuidados que dependen de otros. Y es precisamente ese reconocimiento de la vulnerabilidad el principio para alcanzar la justicia social.

Para nosotros, los que amamos las historias, esto es oro puro. La vulnerabilidad es el motor del conflicto y de los dilemas profundos en los personajes. La gran pregunta que la literatura posthumanista pone sobre la mesa es: ¿qué pasa cuando un ser posthumano, un cyborg, una inteligencia artificial, todavía siente miedo, soledad o deseo? A menudo, esa vulnerabilidad los hace más «humanos» (en el sentido más profundo y relacional) que cualquier mejora tecnológica.

El personaje posthumano en la literatura: del cyborg a las nuevas subjetividades

La literatura especulativa, sobre todo en América Latina, ha sido un campo de pruebas increíble para estas ideas. A diferencia de mucha ciencia ficción anglosajona, la tradición latinoamericana a menudo está más enfocada en la crítica social que en la fascinación por los avances tecnológicos. Sus historias exploran las ecocatástrofes, las nuevas formas de comunidad y los futuros posibles basados en otros lazos sociales.

¿Qué tipo de personajes y tramas vemos en estas narrativas?

  • El Cyborg revisitado: La figura del cyborg, que Donna Haraway describió como un híbrido irónico de organismo y máquina, se ha convertido en una categoría central para explorar estas fronteras. Es la versión «beta» del posthumano.
  • La agencia distribuida: Historias donde el verdadero protagonista no es una persona, sino una red de relaciones que incluye humanos, animales, plantas, algoritmos y hasta el clima.
  • Nuevas subjetividades: Personajes que no se definen por un yo individualista y autónomo, sino como parte de una colectividad. Rosi Braidotti habla de una «subjetividad nómada» que rechaza el individualismo.
  • Crítica al presente: Muchas de estas ficciones usan escenarios futuros o alternativos para lanzar una crítica feroz a un presente que consideran racista, clasista o heteronormativo.

Y ahora, ¿qué hacemos con todo esto?

El posthumanismo no es una receta, sino una invitación a la reflexión. Nos propone una forma más humilde y responsable de vivir en el planeta, reconociendo que compartimos nuestro destino con muchísimas otras formas de vida y de existencia. Para la literatura, abre un terreno fértil de posibilidades creativas.

Nos anima a crear personajes que desafíen la noción tradicional de lo humano, a explorar conflictos éticos complejos y a imaginar escenarios futuros que se sientan emocionalmente reales. En mi caso, me empuja a buscar y a valorar esas historias que se atreven a descentrar la mirada, que nos recuerdan que somos parte de un tejido vivo y vibrante.

El posthumanismo nos ofrece un marco para narrar la experiencia contemporánea sin caer en la euforia tecnológica ni en el catastrofismo apocalíptico. Nos invita a contar historias que no solo entretengan, sino que nos ayuden a pensar y a sentir nuestro lugar en este mundo complejo.

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